Yo también contigo
"Solo es la realidad llamando a mi puerta, sacándome de la cama. Solo es la vida, pero no quiero abrirla. No quiero si no es contigo."
Entonces comprendí, en aquel instante, que lo que éramos, así iba a ser. No iba a más, no iba a cambiar. No habría iglesia, no habría besos a media noche, no habría abrazos de un niño orgulloso. Ni miradas por el retrovisor dejándolo en la escuela.
No habría Mora, no habría chalet con su porsche, ni habría tostadas por la mañana. No habría sonrisas forzadas por el licor, ni habría ropa esparcida los domingos. No habría puzzles ni cuadros en las paredes, mucho menos fotos.
La casa que imaginamos, el futuro que un día inventamos se desvanecía. Las paredes caían, el papel se derretía, y mis maletas se abrían para mostrar en su interior polvo y ceniza. Mis hombros pesaban y mis rodillas no me sostenían. No había hierba, sino cemento.
Y allí estaba yo: en la cama envuelta en sábanas y con la conciencia devorando mis intestinos. Una mala digestión supongo. Se me atragantaron las ilusiones, los recuerdos y los Te quiero contados.
Y allí, a menos de 2 cm de distancia, tu pecho descansaba sobre mi espalda, y mirabas mi cabeza buscando mis ojos. No. No quieras verlos.
Me preguntas si lloro. No. Maldita sea, no estoy llorando. No quiero hacerlo.
Solo es la realidad llamando a mi puerta, sacándome de la cama. Solo es la vida, pero no quiero abrirla. No quiero si no es contigo. No quiero si no es con esas paredes ahora destruidas. Dime que no. Dime que sí. Dime que tú también conmigo.
Déjame ser tu sueño, déjame ser tu risa, y nunca me iré de tu pensamiento. Y a veces me basta con eso, y otras veces me asfixio solo con ello. Araño las paredes de tu memoria, insisto en tus latidos, y bombardeo tu conciencia. Pero no es suficiente. No soy yo quien lo hace: es mi propio deseo.
Dime que no.
Dime que sí.
Repite conmigo: Yo también contigo.