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Imprevisible, dijiste

Tengo unos diez lunares en la cara.

Uno en la punta de la nariz,

Que nunca besaste.

Ninguno en la espalda

Pero cien cicatrices.

Tengo la muñeca cosida

De tanto frotarme los ojos

Contra tu indiferencia.

Ochocientas noventa y siete noches

Que nos prometimos

Guardadas en la memoria

Y que nunca cumplimos.

Tengo los billetes de tu despedida

Las fotos de un pasado incierto

Y las ruinas aún visibles de tu paso por mi alma.

Conservo el azul del cielo

En mi mente

De cuando nos besamos en la hierba.

El cataclismo de tu mirada.

El sonido del motor arrancando

¿O era mi corazón en llamas?

Y el mismo ruido cuando se rompió.

Mudo. Sordo.

Como tú.

Conservo sus trozos para quien guste de sudokus.

No me salen las cuentas

De las noches que esperé tu llamada.

Mi nombre en tu boca.

La realidad de que me necesitas

Existente solo en mi cabeza.

Malditos números rojos,

que siempre dicen la verdad

de los derroches por capricho.

De las reincidencias creyendo que es destino.

Imprevisible, dijiste.

No me perdones por no encajar contigo.

Yo tampoco le encuentro motivo.

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