Aunque duela
Aún con el dolor en la piel, con los labios desgastados, el pelo enmarañado, el corazón cosido, y en recuperación. Aún… llegas, y yo me voy, como un río, deshaciéndome en tus brazos, en esa forma extraña de cariño que son tus manos sobre las mías, tu pecho contra mi espalda, tu voz dormida, suspirando, lejana en un sueño que ya te lleva.
Y mi corazón se libera bajo el tuyo.
Y escucho esos latidos, que confundo con los míos, y sin quererlo, me acompaso a su ritmo. Y por un instante, parecemos uno. Parecemos haber nacido para ese momento, para ese lugar, para esa canción, que es esta carta.
Y luego me miras y mis pestañas te barren la migraña. Me miras y caigo, atravesando mil espinas sin rozarlas. Haces de mi suelo un vertiginoso acantilado, y con la adrenalina a flor de alma, no encuentro mayor calidez que esa cama: tu cuerpo.
Debimos haberlo adivinado. Que volveríamos, que somos tan tozudamente nuestros que nos negamos aceptarlo, porque sería admitir que el otro tiene razón, y que tu piel solo encuentra el invierno bajo mi ausencia.
Ven, que sé cómo duele.
Ven, que estoy aquí.
Y si no vienes,
Descuida.
Que mil primaveras se parten si no nos vemos. Y yo que soy muy Proserpina, y tú muy Hades, sabremos darnos las flores aunque duela.