Si continuase
No puedo negar que se me parte el alma en mil trozos cuando paseo por las calles de Madrid y veo a esos hombres y mujeres descalzos, con un triste cartón que describe su desgracia y desesperación. Tanto prefijo que no debería existir.
Y me pueden los pies cuando pasan de largo, y cierro los ojos, que ya lo han visto, y me resigno a suspirar. Ahí me llamo cobarde. Me llamo y no me encuentro, porque mi nombre está con él. Sentado en el suelo, en ese escalón de Iglesia, en ese soportal abrigado con chaquetas raídas.
Y le pregunto, cómo es posible, qué le ha ocurrido, si ha comido hoy, hace cuánto que no se ducha, qué piensa uno cuando ve la vida a ras de suelo, y las ve pasar con sus bolsos apretados al costado, con sus pasos firmes contra los adoquines, con sus mochilas de escuela, y con sus zapatos negros brillantes, incluso con sus playeras deportivas, y esas barbas bien cuidadas, esas gafas de marca, esas bufandas combinadas con el gorro, esa calidez que busca el amparo de otro cuerpo al que esperan al otro lado de la calle.
Y pienso que sus dientes sucios me sonríen, y no quiero pensar en cómo sabrán sus besos por la mañana, pero es imposible no preguntarme cómo sabrían cuando no estaba aquí, cuando yo no lo he visto en plena puerta de un supermercado, cuando, en definitiva, su vida era otra, hasta él mismo era otro. Y caigo en la cuenta que no le he preguntado el nombre.
No sé si me atreva, no sé si él quiera decírmelo.
El frío me traspasa el pantalón, creo que llevo más de 10 minutos sentada, pero nunca había visto la vida desde esa perspectiva.
La vida no es perfecta aunque a menos de 5 metros a alguien le nazca un hijo, estate por seguro que a otro se le muere un padre, y más allá a uno puede que le toque la lotería y otro sea socorrido en un infarto hasta salvarle, pero mierda, no hace falta irse a África para saber de primera mano que la pobreza es tan tangible que abraza y cala los huesos más fuerte que un invierno antártico.
Y me preguntan si trabajo, si lo hago siempre, qué gano con eso.
Mira, no me seas. Si me detengo es porque me niego a traicionarme.
Si continuo… podría ser mi padre.
Podría ser el tuyo.
Y vuelvo.